Evangelio del Día
15 de noviembre de 2025
"El publicano... bajó a su casa justificado, y el otro no"
¡Buenos días, queridos hermanos en Cristo!
El evangelio de hoy nos lleva al corazón de la oración. Jesús nos presenta dos hombres, dos formas de rezar, dos corazones. Uno está lleno de sí mismo, el otro está vacío de sí y sediento de Dios. Es una parábola que nos interpela directamente, porque en todos nosotros habitan, a la vez, un fariseo y un publicano.
¿Cuando rezo, mi oración es un espejo para admirar mis virtudes, o una ventana para pedir la misericordia de Dios?
📖 Evangelio según San Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola por algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Os digo que este bajó a su casa justificado, y el otro no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
📅 Información Litúrgica
Tiempo Litúrgico: Tiempo Ordinario – Semana XXXII (Treinta y dos)
Color: Blanco (Hoy celebramos a San Alberto Magno)
⛪ Celebraciones
Santo del día: San Alberto Magno, Obispo y Doctor de la Iglesia. Un hombre de inmensa sabiduría científica y teológica, que siempre reconoció con humildad que todo conocimiento es un don de Dios.
Conexión mariana: María, la Virgen Humilde. Ella es el antídoto al orgullo del fariseo. Su oración, el Magnificat, no se centra en sus méritos, sino en que Dios «ha mirado la humillación de su esclava»
💭 Reflexión: La Oración que Sube al Cielo: La Lección del Fariseo y el Publicano
El Peligro de la Auto-justificación
El fariseo no miente. Probablemente ayunaba y pagaba el diezmo. Su problema no es lo que hace, sino lo que es en su corazón. Su oración no es a Dios, es a sí mismo. No pide nada, solo presume. Se compara con los demás y los desprecia. Ha construido un pedestal con sus propias virtudes y desde allí mira a Dios como a un igual. Es el peligro de la soberbia espiritual, de confiar en los propios méritos y no en la misericordia de Dios.
La Oración del Publicano: El Corazón Contrito
El publicano es todo lo contrario. Se sabe pecador y su postura lo demuestra: "quedándose atrás", "no se atrevía ni a alzar los ojos", "se golpeaba el pecho". Su oración es corta, directa y llena de verdad: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador". No ofrece méritos, no presenta excusas, no culpa a nadie. Solo ofrece su miseria y su arrepentimiento, confiando radicalmente en la misericordia. Esta es la oración que "justifica", la que nos restaura la amistad con Dios.
El Principio Fundamental del Reino
Jesús concluye con una ley infalible de la vida espiritual: "todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido". Dios no puede llenar un corazón que ya está lleno de sí mismo. La gracia solo puede entrar en el vacío de la humildad. El fariseo se fue a casa tan lleno de orgullo como llegó, pero el publicano se fue con el corazón lleno de la gracia y la paz de Dios.

María, la Verdadera Orante Humilde
Si el publicano nos muestra el camino, María nos muestra la meta. Ella es la criatura más humilde y, por eso, la más enaltecida. Mientras el fariseo decía "Te doy gracias porque no soy como los demás", María cantaba "Engrandece mi alma al Señor... porque ha mirado la humillación de su esclava". El fariseo confiaba en sus obras; María confiaba en las "maravillas" que el Poderoso hacía en ella. Ella es el modelo perfecto de la oración que agrada a Dios: la que nace de un corazón que se reconoce pequeño y totalmente dependiente del amor de su Creador. María nos enseña [el camino de la humildad: A no compararnos nunca con los demás, y menos a despreciarlos. A fundamentar nuestra oración no en nuestros méritos, sino en la infinita misericordia de Dios. A reconocer que todo lo bueno que tenemos es un don gratuito de Dios, y no un logro nuestro.
🎯 En Tu Vida Personal
- Practica la oración del publicano. Repite varias veces al día: «Señor, ten compasión de mí, que soy pecador»
- Haz un examen de conciencia: ¿En qué momentos del día me siento «fariseo», juzgando o despreciando a otros en mi corazón?
- Cuando hagas una obra buena, haz un esfuerzo consciente por mantenerla en secreto, ofreciéndola solo a Dios.
🎯 En Tu Familia
Eviten las comparaciones entre hermanos o con otras familias. Cada uno es único y amado por Dios.
Cuando alguien en la familia cometa un error, reaccionen con misericordia (como la de Dios con el publicano) y no con juicios (como los del fariseo).
En la oración familiar, den gracias por las virtudes de los otros miembros de la familia, no por las propias.
🎯 En Tu Comunidad
No juzgues la fe de los demás en la parroquia. No sabes la batalla que está librando esa persona que parece «pecadora».
Participa en los ministerios de servicio (caridad, limpieza) que no dan tanto reconocimiento público.
Alégrate sinceramente del bien que hacen los demás, sin sentir envidia ni compararte.
Oración del Día
Señor Jesús,
Tú que conoces mi corazón, líbrame del orgullo del fariseo. Perdóname por las veces que me he creído mejor que los demás, por las veces que he confiado en mis propias fuerzas y he juzgado a mis hermanos. Dame, Señor, el corazón contrito y humillado del publicano. Que no me atreva a levantar los ojos por mis méritos, sino solo para implorar tu misericordia. Por intercesión de la Virgen María, la más humilde de todas tus siervas, y como enseñó San Alberto Magno, ayúdame a buscarte con un corazón sencillo, para que un día pueda bajar a mi casa eterna «justificado» por tu sola gracia. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
💫 Reflexión Personal
¿En mi oración, me parezco más al fariseo (contando mis méritos) o al publicano (pidiendo misericordia)?
💫 Espejo del Alma
¿Con quién tiendo a compararme para sentirme "mejor" o "superior" que él o ella?
Viviendo la Fe.
¿Estoy dispuesto a renunciar a mi "buena imagen" para ser auténticamente humilde ante Dios, como lo fue María?
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